domingo, 9 de junio de 2013

Distrito Llano


Invito, a quienes lean estas líneas, a pasarse por el barrio de El Llano y descubrir una ejemplar iniciativa de colaboración entre diferentes profesionales de este lugar de Gijón. Con esta propuesta a contracorriente, las personas que la realizan están demostrando lo mucho que se puede hacer con muy poco.
Pero antes de explicar esa iniciativa, les ruego que me acompañen al pasado. Vamos a retroceder algunos años antes del descubrimiento de América. La facultad de la imaginación nos permite realizar ese viaje en el tiempo. Entremos en un taller donde se venden mapas. ¿Qué características poseen esas representaciones gráficas de la superficie terrestre? A poco que los observemos, veremos que reducen el mundo a unos límites muy pequeños. Quienes dibujaron esos mapas llenaron lo desconocido –que era mucho más que lo conocido– con lo más terrorífico de lo imaginario. Los cartógrafos medievales, antes de admitir que ignoraban lo que había más lejos de lo que estaba documentado, preferían rellenar de espantos esos territorios y mares ignotos. Aquellos inventores de fábulas eran cartógrafos del terror. Pero, aunque su influencia fue enorme y desalentó algunas exploraciones, no pudo anular el deseo humano de querer seguir descubriendo.
Nuestros cartógrafos actuales, los que llamamos expertos, esos agoreros entre los que predominan los economistas, nos dibujan el futuro con igual negrura que los medievales pintaban los territorios ignotos. Quieren hacernos creer que no hay vida más allá de los dominios asolados por ese monstruo devorador de iniciativas al que han dado en llamar crisis. Lo peor de ese ser desmesurado es que pretende comernos hasta la moral. Ellos mismos, y sus secuaces, se encargan de alimentarlo a diario con sus mensajes catastrofistas. Y nos lo han colocado delante de las puertas del porvenir con el fin de aterrorizar a quien pretenda salirse de esa cárcel sin rejas.
A esta visión limitadora, restrictiva, sólo se la pudo combatir en la Edad Media, y también es posible hacerlo ahora, con una imaginación expansiva. En aquella época fue esa imaginación de mayor potencia que la restrictiva, esto es, aquella que formulaba la idea de que existía un mundo más allá de los límites trazados por los mapas del miedo, la que abrió nuevas rutas, nuevas  posibilidades.
Ahora, más que nunca, necesitamos del auxilio de esa facultad de nuestra mente que nos permite conjeturar, idear, concebir, crear, prefigurar, pensar, soñar despiertos. Tony Judt, en uno de los más clarividentes análisis que se han hecho sobre la problemática del mundo actual, se pregunta y nos pregunta: «¿Por qué nos resulta tan difícil siquiera imaginar otro tipo de sociedad? ¿Qué nos impide concebir otra forma distinta de organizarnos que nos beneficie mutuamente? Parecemos incapaces de imaginar alternativas».
Volvamos al principio, en el barrio El Llano, de Gijón, ha surgido una importante iniciativa de imaginación expansiva. Establecimientos relacionados con la artesanía y con la creación artística han unido sus esfuerzos para, juntos, promover actividades, potenciar sus pequeños comercios y ayudarse mutuamente. «Juntos» es precisamente el título de un libro del sociólogo Richart Sennet. En él dice: «La cooperación lubrica la maquinaria necesaria para hacer las cosas y la coparticipación puede compensar aquello de lo que tal vez carezcamos individualmente. Aunque inserta en nuestros genes, la cooperación no se mantiene viva en la conducta rutinaria; es menester desarrollarla y profundizarla».
Cooperar es harto difícil porque hemos sido educados para exacerbar el individualismo, para exaltar el yo por encima del nosotros, para enaltecer la competitividad como el máximo de los valores. Pero si cambiamos de chip mental y empezamos a ver esa cooperación como una fuerza, y no como una debilidad, comprobaremos, vuelvo a Sennnet, que es «un intercambio en el cual los participantes obtienen beneficios del encuentro».
Quienes han iniciado el «Distrito Llano» se han decidido a hacer camino al andar, al decir de Machado. Y a emprender ese camino juntos, sin alharacas, sin redes de protección, sin subvenciones, sin líderes ni gurús que los guíen. Detrás de ellos sólo están ellos con sus pequeños proyectos, con su esfuerzo, con su imaginación.
«Distrito Llano», está proponiendo, en resumen, un arte muy laborioso y poco ejercitado, el arte de cooperar, al arte de ayudar, el arte de imaginar, el arte de ponerse de acuerdo, el arte de emprender iniciativas comunes. Todo eso junto y juntos, casi nada.
Paco Abril (publicado en La Nueva España, 07-06-2013)