sábado, 31 de marzo de 2012

La conejita Marcela

La conejita Marcela
Autora: Esther Tusquets
Ilustradora: María Hergueta
Editorial: Kalandraka
De 7 a 107 años
Daniela acaba de realizar un extraordinario viaje siguiendo la recomendación de su tutora, que siempre les dice a sus alumnos: «Viajar es una de las mejores maneras de conocer el mundo».
Daniela recordaba que la primera vez que la maestra propuso lo de viajar, un niño preguntó:
–Seño, ¿vamos a ir en tren, en barco, en autobús o en avión?
A lo que la profesora respondió de forma enigmática:
–Lo que os propongo no necesita de esos medios de transporte, sino de un vehículo capaz de llevarnos, no solo al mundo exterior, sino al mundo interior. Y no sólo a esta época, sino a cualquier otra. ¿Alguien adivina a qué me refiero?
Una niña contestó preguntado.
–¿Es una máquina del tiempo?
–Puede decirse que sí, pero una máquina que no necesita ningún complicado artilugio para funcionar. ¿Qué es?
Y Daniela también recordaba que fue ella la que dio la respuesta al enigma.
–Yo creo que eso es un libro.
Antes de continuar, aclaremos que la profesora de Daniela había sustituido la actividad de las fichas de lectura, que a la mayoría de los alumnos les resultaban fatigosas y aburridas, por la realización de un «Cuaderno de viaje», en el que cada uno anotaría su experiencia viajera.
Daniela, que acababa de regresar de un viaje al libro titulado La conejita Marcela, tenía muy vivos los recuerdos de su aventura, y escribió en su cuaderno que, nada más entrar en el libro, fue a parar a una preciosa pradera verde y un hermoso río. Pero dejemos que sea ella quien no los cuente.
«Al llegar, observé que aquel lugar estaba lleno, de conejos. Unos eran blancos y otros negros. Enseguida me di cuenta de que nunca se mezclaban. Los blancos vivían en la parte más alta del río, donde el agua era más fresca y la hierba más rica. Los negros vivían más abajo, donde el agua no era tan limpia y la hierba no tan sabrosa. Todos parecían estar de acuerdo con esta diferencia. Nunca se preguntaban si las cosas podrían ser de otra manera. Los conejos blancos miraban al frente, los negros al suelo. Jamás se miraban a los ojos.
Un día vi como una pareja de conejos negros tuvieron una hija preciosa a la que llamaron Marcela. Marcela no era como las demás. Era negra, pero tenía un ojo descontrolado que miraba para donde le daba la gana. Y le daba la gana mirar de frente, lo que ponía muy nerviosos a los conejos blanco y muy, muy preocupados a los conejos negros. Esto supuso un gran cambio en la vida de aquel lugar».
Hasta aquí lo que contó Daniela. El que quiera saber las impresionantes peripecias que pasó la conejita Marcela, tendrá también que viajar al libro donde se narra su historia. Y se sorprenderá.
Texto y fotografía: Paco Abril