sábado, 25 de febrero de 2012

1001 Juegos de inteligencia


Título: 1001 Juegos de inteligencia
Autora: Ángels Navarro
Editorial: Anaya
De 9 a 109 años
Fernando Romero Suárez, de 10 años, entró en la biblioteca en busca de un libro de juegos de inteligencia. En su colegio estaban tratando de organizar una ginkana, que, según leyó en el diccionario Clave, es una competición o prueba en la que los participantes deben salvar obstáculos y dificultades. Habían acordado que los obstáculos y dificultades que los participantes deberían superar serían de pruebas lógicas, tipo jeroglíficos, juegos de palabras, ejercicios de memoria, acertijos o problemas de matemáticas sencillos. A él, que le encantaba los juegos mentales, le habían propuesto que buscara un buen libro en el que se presentaran, de forma amena, clara y asequible este tipo de entretenimientos que potencian la capacidad de razonar.
Nada más traspasar la puerta de la biblioteca, vio a una señora, que no conocía, sentada en una mesa. Aquella mujer tenía el aspecto de ser una persona afable, inteligente y simpática. Pensó que se trataba de la nueva bibliotecaria y le preguntó cómo se llamaba. Ella le respondió de forma enigmática:
–Mi nombre es 1–14–7–5–12–20.
A Fernando le pareció una manera fascinante de empezar una conversación. Y esa misteriosa respuesta aumentó el interés del niño por la persona que la planteaba.
–¿Así que te llamas 1–14–7–5–12–20? Bien, bien. Pues me parece que esos números corresponden a letras del alfabeto. Si el 1 es la A, el 14 es la N, el 7 es la G, el 5 corresponde a la E, el 12 a la L y el 20 a la S. Tu nombre, por tanto, es Angels.
–Fantástico. Has acertado. Solo te faltó ponerle una tilde a la A. Mi nombre es, pues, Ángels y mi apellido 14–1–23 –1–19–19–16.
–Espera, déjame deducirlo. Tu apellido, que tiene las dos primeras letras de tu nombre cambiadas, es, es... ¡Navarro! Eres Ángels Navarro. Pero me parece que tú no eres la nueva bibliotecaria.
––Muy bien, chico, muy bien. Me dedico, sobre todo, a escribir libros sobre juegos de ingenio. Estaba buscando un niño juicioso, con gran capacidad lógica, que le gustaran los enigmas y la informática, que estuviera matriculado en el colegio Baudilio Arce, que tuviera 10 años, se llamara Fernando y se apellidara Romero Suárez y, lo más difícil, que fuera un entusiasta de los Beatles. Y lo buscaba para regalarle el último libro que he publicado. Como reúnes todas y cada una de estas características, este libro es para ti. Se titula 1001 juegos de inteligencia para toda la familia.
Fernando quedó encantado con aquel regalo, con aquel libro extraordinario que ahora no abandona casi ni para dormir.
Y este cuento, que parece de mentira, como todos; tiene mucho, mucho de verdad, también como todos. Lo que contiene de verdad cada cual lo tendrá que averiguar.
Texto y fotografía: Paco Abril

La historia interminable


Título: La Historia Interminable
Autor: Michael Ende
Editorial: Alfaguara Juvenil
De 10 a 110 años
Irene Romero Suárez, de 12 años, se encontraba un día sola en la calle cuando vio a un niño bastante gordito que venía corriendo muy agitado. Al llegar donde ella estaba, se miraron. El intercambio de miradas duró solo un segundo, pero fue suficiente para que ella viera en sus ojos el temblor del miedo. Enseguida comprobó cuál era la causa de su temor: una pandilla, formada por cinco chicos venía detrás de él insultándolo. El niño, buscando con desesperación un refugio, se metió precipitadamente en un establecimiento. Los bravucones no se atrevieron a entrar. «¡Ya te pillaremos en el cole, cerdito seboso!», le gritaron escupiendo en el suelo, y siguieron su camino.
Irene se sintió incómoda, no soportaba a los abusones. Quizá por eso no se movió de allí. Le hubiera gustado poder ayudar a aquel chico de alguna manera. Pasado un tiempo, observó el establecimiento. No se había fijado nunca en aquella pequeña tienda. Parecía haber surgido en la calle como por arte de magia. Fuera ponía: LIBRERÍA DE OCASIÓN. Sabía, porque se lo había dicho su padre, que en una librería de ocasión se venden y se compran libros usados. Miró a través del cristal de la puerta de entrada. Aunque el interior estaba mal iluminado, pudo ver al niño que hojeaba un libro con mucha atención. Al poco, lo vio salir con el libro oculto entre su ropa.
Ya en la calle, el muchacho miró receloso a un lado y a otro. Solo vio a Irene.
–Perdona ¿has visto a un grupo de chicos que…
–¿Los que te perseguían? Se marcharon en cuanto te metiste en esa librería.
–Por favor, ¿te importaría acompañarme y avisarme si los ves? Me llamo Bastian.
Irene no lo dudó. Ahora podía ayudarle.
–Sí, te acompañaré. Detesto a los que abusan de los demás. Me llamo Irene. Oye, ¿Por qué ocultas ese libro? ¿Lo has robado?
–Digamos que lo he tomado prestado. No te lo vas a creer, pero oí al libro decir: «Llévame contigo». Es muy, pero que muy especial. Se titula La historia interminable.
–¿Me dejas verlo?
–Sí, pero si no te importa, ocultémonos en la entrada de ese local vacío.
Sintiéndose protegido, Bastian abrió el libro. Irene comprobó que el texto estaba impreso a dos colores, rojo y azul. Los dos empezaron a leerlo a la vez. Y, de repente, fue como si algo o alguien les hubiera transportado a otro lugar. Supieron enseguida que estaban en Fantasía, el único territorio del mundo sin fronteras. Y de inmediato supieron que el reino de Fantasía corría el grave peligro de desaparecer. Y supieron también que, en el mismo instante en que abrieron el libro, ellos estaban metidos de lleno en la Gran Búsqueda.
Y si alguien quiere saber lo que les sucedió, las extraordinarias aventuras que vivieron y qué es la Gran Búsqueda tendrá que meterse también en el bosque de páginas de La historia interminable. Y no se arrepentirá.
Texto y fotografía: Paco Abril

jueves, 23 de febrero de 2012

La Oreja Verde cumple mil números


Mil gracias. Mil gracias a todos los que habéis colaborado, seguido y leído La Oreja Verde, el suplemento infantil del diario LA NUEVA ESPAÑA que hoy llega a su número MIL.
Mil gracias en primerísimo lugar al periódico que nos cobija desde hace 23 años. Mil gracias porque, si nuestra información es correcta, en la actualidad, LA NUEVA ESPAÑA es el único diario en el mundo que publica cuatro páginas semanales para niños, niñas y orejas verdes.
Mil gracias a todos los colegios y a los maestros y maestras que han colaborado en este suplemento, que nos han abierto sus puertas de par en par, y que tienen La Oreja Verde empapelando sus paredes.
Mil gracias a todos los padres que ofrecen a sus hijos afecto, comprensión, ayuda y oreja verde, y que nos dejan entrar cada sábado en sus casas.
Mil, mil gracias a tantísimas personas a las que por falta de espacio no mencionamos aquí, pero a las tenemos muy, muy vivas en nuestra memoria agradecida.
Paco Abril, creador de La Oreja Verde
Ana L. Chicano, coordinadora del suplemento

martes, 21 de febrero de 2012

Festival de Cine: la ignominia y la Reina de Corazones



Lee mi artículo "Festival de Cine: la ignominia y la Reina de Corazones" en LA NUEVA ESPAÑA digital.

Qué leen los animales antes de dormir

Título: Qué leen los animales antes de dormir
Autores: Noé Carlain y Nicolas Duffaut
Editorial: Juventud
De 6 a 106 años
Clara tiene 7 años. Le encanta leer y que le lean. Una noche, a la hora de dormir, su madre les leyó un cuento a ella y a su hermana Elena, de 4 años. En el relato aparecían los más diversos animales. A todos ellos les costaba mucho irse a la cama. Una vez acostados, siempre pedían que les contaran algo. Ninguno podía dormir sin las caricias de las palabras que dan los cuentos.
A Clara y a Elena les pasaba lo mismo, pero aquella noche, la más pequeña se durmió enseguida. Y fue entonces cuando, en voz muy baja, madre e hija entablaron esta conversación que contaron a La Oreja Verde.
–Mami, ¿a los animales también les cuentan cuentos para dormir?
–Ya lo creo que sí. Los necesitan para ir muy tranquilos al país de los sueños.
–¿Y qué leen?
–Eso es difícil de contestar, porque cada especie animal tiene sus libros preferidos.
–Si a mí me gustan los cuentos de animales, a lo mejor a ellos les gustan los cuentos de seres humanos, ¿no?
–Es probable, dado que son muy curiosos y nosotros les debemos parecer muy extraños.
–Mami, llama a La Oreja Verde ahora y pregúntale, por favor, si hay algún libro que cuente qué leen los animales.
–Ahora es muy tarde. No son horas de llamar a nadie, además tú ya tienes que dormir.
–Mamá, pero si no lo sé, mi cabeza va a dar vueltas y vueltas pensando en eso y no voy a poder cerrar los ojos. Llama, por favor.
–Bueno, vale, llamo y después te pones a dormir. Vamos a ver. Sí, aquí tengo el número. A ver si contestan.
–Hola, aquí La Oreja Verde.
–Oh, qué bien, mire perdone que le moleste a estas horas, pero es que mi hija Clara me pregunta si hay algún libro que cuente qué leen los animales antes de dormir.
–Tranquila, no es ninguna molestia. Yo estoy aquí para atender a todas las preguntas de los niños, y la pregunta de su hija es importantísima. Pues dígale…
–Perdón, podría decírselo a ella misma, le hará mucha ilusión. Clara, ponte al teléfono, por favor.
–¿Sí? Hola, Oreja Verde, soy Clara.
–Hola, Clara, encantada de hablar contigo. Mira hay un libro precioso que se titula, precisamente, Qué leen los animales antes de dormir.
–Gracias, mañana lo pido en la librería. ¿Puedo hacerte otra pregunta?
–Claro, las que quieras.
–¿Qué leen los canguros?
–Leen de todo, pero solo en libros de esos que se llaman de bolsillo.
–Muchas gracias, Oreja Verde.
–Gracias a ti. Llámame cuando quieras, que duermas bien. Un beso de buenas noches.
Texto y fotografía: Paco Abril

¡Es un libro!

Título: ¡Es un libro!
Autor: Lane Smith
Editorial: Océano Travesía
De 6 a 106 años
En la clase de Esther García Pérez, de 9 años, la maestra les propuso un día a sus alumnos que cortaran dos trozos de papel y que escribieran una palabra en cada uno, la que ellos quisieran. A continuación debían doblarlos bien, por separado, y meterlos en una cajita que la profe tenía encima de su mesa. Una vez hecho esto, cada niño debía sacar dos papeles y preparar un dialogo que fuera interesante, que tuviera chispa, que tuviera gracia en el que entraran las dos palabras que le tocaran en suerte. Para hacerlo podían pedir ayuda a la bibliotecaria, a sus padres a sus abuelos o a quien quisieran.
Al extraer los papeles de la cajita de las palabras, salieron parejas de nombres muy curiosos, como cuchara y árbol; lápiz y chicle; silla y piedra; calcetín y bombilla; pendiente y tiza.
Era un reto apasionante imaginar una historia en la que aparecieran esos dos vocablos en un relato. Un relato que atrajese la atención de quienes pudieran leerlo o escucharlo.
Esther abrió sus papelitos. En uno ponía, con letras mayúsculas, ORDENADOR, en el otro aparecía escrito, también con mayúsculas, LIBRO.
Dado que podíaconsultar a quien quisiera, fue a pedir consejo a la maestra bibliotecaria.
–Vaya, has tenido una suerte loca, pues creo que tengo justo lo que necesitas –le dijo la encargada de la biblioteca mientras le entregaba una de esos objetos raros con páginas llenas de letras y de dibujos que estaba colocado en una estantería.
Cuando a Esther le tocó presentar en clase el relato con sus dos palabras, empezó diciendo:
–Había una vez un pequeño asno y un mono. El asno llevaba un ordenador debajo del brazo, el mono leía un libro. Al asno le picó la curiosidad y le preguntó al mono:
“¿Cómo ajustas las páginas"? El mono le contestó: “No funciona así. Paso las páginas. Es un libro“. Pero el asno no paraba de preguntar: “¿Sirve como blog? ¿Envía mensajes? ¿Tweetea? ¿Tiene Wi–Fi ?» Y el mono, con mucha paciencia le contestaba a cada pregunta: “No. Es un libro“.
Al final, Esther, les contó a sus compañeros que esa historia estaba sacada de un libro precioso que le había recomendado la bibliotecaria y que se titulaba, claro está, ¡Es un libro!
Les gustó tanto a todos que ahora están preparando una representación teatral con estos dos personajes y esas dos palabras.
Texto y fotografía: Paco Abril

El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza

Título:
El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza
Autores: Werner Holzwarth y Wolf Erlbruch
Editorial: Alfaguara
De 5 a 105 años
Javier Gutiérrez Cuervo, de 9 años, entró en la biblioteca con la intención de buscar un cuento para convertirlo en una obra de teatro.
Le atrajo uno que llevaba un título larguísimo: El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza.
Abrió la primera página y tuvo que apartarse a toda prisa para dejar paso a un topo muy enfadado que acababa de salir de su madriguera. El animalillo parecía lanzar chispas por sus ojillos miopes.
Centrémonos en lo ocurrido, porque Javier fue un testigo muy especial de lo que sucedió. Alguien dejó caer eso encima de aquel pobre topo en el mismo momento en el que asomaba la cabeza al exterior.
Eso era gordo y marrón, se parecía un poco a una salchicha. A Javier le entraron unas enormes ganas de reírse, pero cuando vio la maldita gracia que le había hecho al topo, se contuvo.
El animal se enfadó con razón. ¡Cómo no se iba a enfadar! Imagina que eso te lo hacen a tí, que nada más salir del portal de tu casa, ¡plaf!, alguien te deposita eso encima de tu cabeza.
Seguro que exclamarías mirando hacia arriba:
«¡Qué ordinariez! ¿Se puede saber quién se ha hecho esto en mi cabeza?».
Javier siguió al indignado topo que, cual detective, quería encontrar al culpable para darle un merecido castigo.
Oyó cómo preguntaba a los animales que andaban alrededor de su madriguera, tratando de averiguar quién era el autor de tan enorme grosería.
Oyó también como todos le contestaban, con exquisita educación, que ellos nada tenían que ver con ese desagradable asunto. Y para que lo comprobara, cada uno le hizo una demostración de cómo hacía eso.
A Javier le resultó apasionante seguir las averiguaciones de este personajillo.
Al final, el topo, como todo buen detective, acabó preguntando a los mejores expertos, a los que más sabían de esa materia. ¿Y quiénes eran los auténticos entendidos en ese asunto tan oloroso? Las moscas, por supuesto.
Javier comprobó que este libro trataba de eso sin necesitad de llamarlo por su nombre, con una gran delicadeza. Y comprobó también que se leía sin respirar, que era un libro de los que dejan huella permanente, que estaba muy bien dibujado, y que, por supuesto, serviría para convertirlo en una magnífica obra de teatro. Y, si se hacía, él pediría ser el topo.
Texto y fotografía: Paco Abril

Peliculibros. Monstruos en acción

Título: Monstruos en acción
Autores: Pedro Estrada y Raquel de la Morena
Ilustrador: Ernest Sala
Editorial: Hidra
A partir de 10 años

A Pablo Gutiérrez Cuervo, de 11 años, le entusiasma leer, pero no sabía, cuando abrió el libro Monstruos en acción, lo peligroso que podía llegar a ser meterse dentro de las páginas de un relato que te puede atrapar. Porque, digámoslo sin rodeos, eso fue lo que le ocurrió: quedó atrapado en el libro, pero no sin poder salir, sino sin querer salir de él.
Empecemos a contar lo sucedido desde el principio. Pablo cogió el libro, lo abrió y se encontró con un niño que estaba viendo un video de terror. Simpatizó con él enseguida. Aquel niño se llamaba Toño, tenía 10 años y parecían fascinarle las películas de terror y de ciencia ficción.
Luego, todo ocurrió muy deprisa. Sin saber cómo, se encontró en un gran cine, junto con Toño, su hermana Sabrina, y la pandilla de ella. Estaban allí para ver la película más esperada de la temporada, la titulada Monstruos en acción.
Pablo pensó: «Qué cosa tan rara, yo abrí un libro y ahora estoy a punto de ver la mejor peli del año, y además en 3D».
Él creía que aquello era extraño, pero lo verdaderamente extraño vino después, cuando una luz cegadora inundó la sala con un potentísimo destello impidiéndole ver nada. Tras ese fogonazo, sintió una sacudida, empezó a marearse, las butacas desaparecieron. El mareo casi no le dejaba percibir que él y sus compañeros estaban cayendo a velocidad de vértigo. ¡Y fueron a parar de cabeza al agua!
Cuando salió a la superficie, oyó gritar a Sabrina, y aquí copio lo que dijo exactamente la hermana de Toño, para que nadie me acuse de inventar nada:
–¡No puede ser! ¡Estamos en medio del océano!
Pablo no se lo podía creer. Había abierto un libro y, al poco de adentrarse en sus páginas, empezó a vivir la aventura más increíble que se pudiera imaginar.
Y, para colmo, ¡ay, me da un respingo contar esto!, estaban a punto de ser atacados por un monstruoso tiburón, nada menos que el de la película que lleva su nombre.
«¿Me puede pasar algo más impresionante?» –se preguntó Pablo.
Pues sí, por supuesto que sí. Aquello solo fue el comienzo. Estaba metido, con sus nuevos amigos, en otra realidad, la que se contaba en las películas de monstruos, y, además, aquellos niños, tenían que cumplir una misión importantísima: conseguir que esas historias terroríficas que iban a vivir tuvieran un final feliz.
Pablo deseaba ir con ellos, deseaba ayudarlos. Por eso quedó atrapado en la lectura, es decir, en la aventura. Y por eso no quería salir del libro.
Texto y fotografía: Paco Abril

Blancanieves

Título: Blancanieves
Autores: Hermanos Grimm
Ilustrador: Benjamin Lacombe
Editorial: Edelvives
De 5 a 105 años

Lucía García Méndez, de 8 años, estaba empeñada en vivir un cuento. Y no un cuento cualquiera, quería que fuese Blancanieves. Y no una Blancanieves cualquiera, quería que fuese la que había mostrado en clase su profesora con unas ilustraciones impresionantes de un tal B. Lacombe. Esa es la historia que quería vivir y no otra. Y sabía cómo hacerlo. Así que, con gran determinación, entró en la biblioteca. Sin dudarlo, abrió el libro que quería y se metió dentro. Lo hizo con la misma facilidad con la que entraba por la puerta de su casa.
Hacía mucho frío en la primera página. Nevaba. Lucía, tiritando, se detuvo a escuchar a una reina que, asomada en uno de los balcones de su palacio, pensaba en voz alta:
«¡Ojalá tuviera un hijo con la piel blanca como la nieve, los labios rojos como la sangre y el cabello negro, como el ébano!»
La niña se paró en la palabra ébano. Sabia que se trataba de un árbol cuya madera era de un negro intenso, y que se utilizaba, entre otras cosas, para realizar figuras. Recordó haber visto dos preciosos y brillantes elefantes negros tallados con esa madera.
Dado que en los cuentos las cosa ocurren más deprisa que en la realidad, Lucía vio, con alegría, que la reina daba a luz a una niña de piel blanca, como la nieve, los labios rojos como la sangre y el cabello negro, como el ébano. Y, ¡ay!, vio, con profunda tristeza, que la reina moría nada más nacer la princesa.
Vio también como el rey se casaba de nuevo con una mujer tan hermosa como malvada. Y vio que aumentaba su maldad cuando un espejo mágico, que ella poseía, le dijo que Blancanieves era más bella que ella. Y vio, en fin, que la envidia, ese terrible sentimiento, que destroza por dentro a quien lo padece, anidó desde entonces en el corazón de aquella perversa mujer. Y desde ese momento, su única obsesión fue acabar con la niña.
Lucía se acordaba del cuento de Blancanieves, pues se lo habían contado muchas veces de pequeña. Se acordaba del cazador que no quiso matarla y la abandonó en el bosque. Se acordaba de cómo la acogieron los siete enanitos, y de cómo la reina, al enterarse de que estaba viva, llena de rabia, planeó otra vez acabar con ella. Y se acordaba de la manzana envenenada que tanto la impresionaba.
Sí, se acordaba de lo que había pasado, pero nunca, nunca antes había vivido ese cuento tan intensamente como con este libro.
Texto y fotografías Paco Abril

El encuentro

Título: El encuentro
Autor: Enrique Flores
Editorial: El Jinete Azul
De 5 a 105 años

Una profesora, de cuarto de Primaria, les dijo a sus alumnos:
–Vosotros ya leéis muy bien. Mirad, acaba de llegar un libro muy, muy especial a la biblioteca. Se titula El encuentro. ¿Quién quiere leerlo para toda la clase?
Lucía Santos Antuña, de 9 años, levantó la mano.
–De acuerdo, Lucía, léelo tú en voz alta y clara. Antes de empezar hojéalo para que te hagas una idea de su contenido.
La niña abrió el libro, lo hojeó con calma y leyó:
«Un niño está solo en la calle. No sabemos su nombre, pero su cara refleja preocupación. Mira hacia un lado y a otro, parece estar buscando algo, ¿qué será? Camina decidido, como si hubiera encontrado una pista. Le pregunta a un señor que viene leyendo un periódico. El señor pone cara de no saber nada. El niño camina entre personas que están leyendo, charlando, jugando, paseando, tocando algún instrumento. Con la mano en la barbilla, parece preguntarse dónde estará».
–Muy bien, muy bien, Lucía –le interrumpió la profesora – ahora, como ese libro es muy especial, empieza a leerlo de nuevo, pero en primera persona.
La niña ya no dudó. Regresó a la primera página y empezó:
«Me preguntaba dónde se habría metido, cuando vi a un señor que venía leyendo el periódico, le pregunté si lo había visto y me contestó que venía tan concentrado leyendo el periódico que no se había fijado en nada más. Parecía que aquel día todo el mundo estuviera en la calle. Vi cómo se formaba un corro alrededor de un chico que tocaba el saxofón. Pero pensé que no podía distraerme, tenía que concentrarme en encontrarlo, ¿dónde se habría metido?».
–Estupendas tus dos lecturas, Lucía –volvió a decirle la profesora.
–Seño ¿ese libro está escrito de dos maneras? –preguntó un niño.
–De dos o de más, depende de quién lo lea – contestó la profesora–. Ahora ¿quieres continuar tú mismo la lectura, por favor?
El niño se levantó, cogió el libro, lo abrió, lo miró, lo remiró y exclamó.
–¡Pero si este libro solo tiene dibujos! ¡No hay ni una sola palabra! ¿Cómo pudo Lucía leerlo dos veces?
–Porque los estupendos dibujos tienen relación unos con otros. Si los sigues, ves que hablan, que cuentan la historia de un niño que busca algo y, al final, consigue encontrarlo. Lo excepcional en este relato es que las palabras las pone quien lo lee.
Texto y fotografía Paco Abril

lunes, 20 de febrero de 2012

Reportero Doc

Reportero Doc es una publicación mensual editada por Bayard Revistas. Visita su web en la direccón de Internet www.bayard-revistas.com

Una profesora de cuarto de primaria les pidió un día a sus alumnos:
–Quiero que en este curso cada uno de vosotros os convirtáis en reporteros. Para ello tendréis que ir a investigar a diferentes lugares del mundo, preparar un reportaje sobre lo que averigüéis y, al final, contárnoslo a todos en clase.
–Seño –intervino un niño– eso es una broma, ¿no? ¿Cómo vamos a ir a diferentes sitios del mundo? Es imposible.
–Y, además –comentó una niña– tenemos que estudiar, no podemos dedicarnos a investigar, solo tenemos nueve años.
–Tranquilos, no os asustéis. Mirad, investigar se puede hacer a cualquier edad, y, en cuanto a los viajes, hay una forma de ir, sin moverse, a muchos lugares del mundo, incluso de viajar en el tiempo, y hasta de penetrar en sitios donde nadie puede acceder.
–Seño, parece que nos estás contando un cuento –intervino otra niña.
–Sí ya sé que parece un cuento, pero lo que os propongo es posible.
–Pero, profe, ¿cómo va a ser posible eso de viajar sin moverse? –insistió otro niño.
–Dejad a la profe que lo explique –pidió Natalia, otra niña de la clase.
–Gracias, Natalia. Los reportajes que os sugiero están al alcance de todos. Para ello solo tenéis que abrir una revista que se llama Reportero Doc, escoger uno de los fascinantes temas que aparecen en cada número y preparar un reportaje sobre él. ¿Qué os parece si hacemos una prueba? Voy a llamar a tres niños al azar. Vamos a ver, que salgan Daniel Fernández, Vera Zafra y Adrián Díaz.
Los niños recibieron una revista de Reportero Doc cada uno.
–Ahora abrid la revista, penetrad a fondo en uno de sus impresionantes reportajes y venid a contárnoslo como si hubierais estado viviendolos en directo. Con Reportero Doc podéis.
Y ya lo creo que pudieron. De las maravillas que contaron y descubrieron estos niños hablaremos en otro momento.
Texto y fotografía Paco Abril