lunes, 23 de mayo de 2011

El corazón de las piedras

Las aventuras de Motita de polvo


Título: Las aventuras de Motita de Polvo
Autora: Lola Suárez
Ilustrador: Jacobo Muñiz
Editorial: Anaya
A partir de 9 años

Lo que le pasó a Inás Alfonso, de 9 años, es difícil de creer, pero os aseguro que le sucedió de verdad. Todo fue por culpa de su afición a la lectura. Estaba curioseando entre las estanterías de una librería, cuando le llamó la atención un libro. Al cogerlo para hojearlo, vio que tenía en la cubierta una diminuta manchita, casi del tamaño de la cabeza de un alfiler. Hizo ademán de querer limpiarlo con la manga de su camiseta, pero una voz, que no sabía de dónde venía, le hizo parar su mano, de repente, en el aire.
–¡No, por favor, no lo hagas! ¡Te lo ruego, detente!
La niña se quedó quieta, con la mano en lo alto, mirando a todas partes, intentando averiguar a quién pertenecía aquella voz. Pero por más que miró no vio a nadie.
–Estoy aquí, mírame, soy eso que querías quitar con tu mano. No te asombres, me llamo Motita de Polvo, pero puedes llamarme solo Motita.
Inás no se podía creer que aquello, que casi no veía, pudiera hablar. Ella, en los muchos cuentos que conocía, había oído hablar a multitud de animales, a plantas y hasta a ciertos objetos, pero jamás de los jamases encontró ninguna historia en la que hablara una partícula de polvo (le gustaba haber aplicado la palabra partícula, pues la acaba de aprender y significaba, precisamente, parte pequeñísima de materia).
–Eso no puede ser, tú no puedes ser la que hablas. Alguien me está gastando una broma.
–Que no, que soy yo, de verdad. ¿Cómo te llamás?
–Me llamo Inás.
–Hola, Inás. Te lo explico muy rápido. Yo vine aquí para ver cómo había quedado mi libro. Estaba intentando meterme dentro de él justo en el momento en el que tú lo cogiste.
–¿Así que no solo hablas, sino que también has escrito un libro?
–Bueno, yo le conté mis aventuras a mi amiga Lola Suárez, que es una gran escritora, y ella fue la que las pasó a un libro. ¿Tú también quieres meterte dentro de él?
–¿Meterme dentro? No. Yo solo quiero leerlo.
–Es que leer es meterse dentro de las páginas. ¿Quieres entrar y conocer lo que me ocurrió? Desde que salí volando, sacudida de una alfombra, viví la más emocionantes peripecias. La verdad es que parecen todavía más impresionantes cuando las cuenta Lola, y con los dibujos que me ha hecho Jacobo Muñiz, aún destacan más. Mi historia es tan increíble que hasta parece inventada.
–No hay nada más increíble que oír hablar a una partícula de polvo, pero me has convencido, voy a empezar a leer tus aventuras ahora mismo.
Al terminar de leer el libro, Inás le dijo a Motita, la cual había seguido con mucha atención la lectura con su nueva amiga:
–¡Ay, qué pena! ¡Ya se acabó!
–Porque dices qué pena, ¿no te ha gustado?
–Sí, me encantó, pero es tan impresionante lo que te ha ocurrido, y está tan bien contado, que me hubiera gustado que siguiera más y más.

Lucas


Título: Lucas
Autor: Tony Bradman
Ilustrador: Tony Ross
Editorial: Océano Travesía
De 7 a 107 años

A Lucas García Rivera, de 7 años, le pidió su maestra que fuese a la biblioteca escolar y escogiera un libro que le atrajera mucho, lo leyera y luego lo comentara en clase.
El niño buscó y buscó, pero no encontró nada que le llamara la atención. De repente, al mirar en una de las estanterías, se le cayó un libro al suelo. Al recogerlo para colocarlo de nuevo en su sitio, se dio cuenta de que ese era precisamente el libro que andaba buscando. Se titulaba como él se llamaba, esto es, Lucas.
No había duda; un libro que llevaba su nombre tenía que ser su libro.
Empezó a leerlo con gran curiosidad y no le decepcionó. ¿Cómo iba a decepcionarle un cuento que empezaba con la frase «Lucas era diferente a los demás»? Y el texto seguía en el mismo tono prometedor: «Sus maestros decían que era el peor niño de toda la escuela».
Relatos de niños buenos y ejemplares había montones, pero cuentos con niños protagonistas que los demás consideraban que no se comportaban como debían, había muy pocos.
Lucas se metió de lleno en la lectura de Lucas.
Y acompañó a aquel héroe de cuento que no hacía las sumas que mandaban en la escuela, que no pintaba como enseñaban en la escuela y que no hacía los experimentos que realizaban en la escuela, pero que sabía muy bien lo que quería.
Y le fue fácil seguir la peripecia de este niño, porque la historia de Lucas, además de su gran atractivo, estaba ilustrada con tan extraordinarios dibujos que era como si, al verlos, estuviera representándose el cuento delante de sus ojos.
Cuando la maestra le pidió que resumiera el libro. Lucas solo dijo:
«Profesora, este cuento no es para resumirlo, sino para leerlo».

La oveja Carlota


Título: La oveja Carlota
Autora: Anu Stohner
Ilustradora: Henrike Wilson
Editorial: Lóguez
De 8 a 108 años

Gabriela Vega Coto tiene 9 años. Es una niña inteligente, estudiosa, buena y alegre.
Pero a veces se escapa. Sí, a veces se escapa. Toma un libro, lo abre y ¡zas!, se va por sus páginas sin avisar a nadie. Y cuando eso ocurre, no hay quien la encuentre.
Un día que tardó más de la cuenta en salir del cole, su padre, que siempre va a buscarla a la salida, se preocupó, como es natural. Y cuando por fin apareció, con toda gran paciencia le preguntó:
–¿Dónde has estado, Gabriela, que tardaste tanto en salir?
–¿Tardé? Oh, perdón, no me di cuenta. Es que estaba con Carlota.
–¿Es una amiga de clase?
–¿De clase?. No. La conocí en la biblioteca.
–Ya, una niña que conociste cuando fuiste a sacar un libro.
–Bueno, no era una niña.
–Ah, no, ¿entonces quién era la tal Carlota?
–Era una oveja muy, muy especial, la oveja Carlota.
–Vaya, vaya, así que es un personaje de cuento.
–¿De cuento? A mí me pareció muy de verdad, porque me estuvo contando muchas cosas que le habían pasado a ella.
–¿Y qué te contó?
–Que era una oveja que no hacía lo que todas las del rebaño.
–¿Y qué cosas hacía tu amiga?
–Pues era capaz de subirse a lo alto de un árbol, de ir a donde nadie se atrevía, de hacer lo que ninguna oveja hacía…
–Y las otras ovejas, ¿qué le decían?
–Le decían: «¡Ay,ay,ay!» y «¡Uy,uy, uy!» Y también: «¡Ya verás como va a acabar!»
–¿Y cómo acabó?
–No lo sé. Llevo en la mochila el libro que ella me dio, y en el que se cuentan sus aventuras. Estoy deseando llegar a casa para leerlo.
–Y luego me lo cuentas, ¿de acuerdo?
–De acuerdo, papi.