sábado, 20 de marzo de 2010

Nasrudín

Título: Nasrudín
Autora: Odile Weulersse
Ilustradora: Rébecca Dautremer
Editorial: Edelvives
A partir de 6 años


Pepa, una de las profesoras de primero, les preguntó a sus alumnos nada más empezar la clase:“¿A quién le gustaría saber lo que le pasó a un niño árabe que se llama Nasrudín que hiciera lo que hiciera todos lo criticaban?” Aunque Irene, Natalia y Pedro, los tres de 6 años, fueron los primeros en levantar la mano, toda la clase, sin excepción, solicitó ir a conocer a Nasrudín. La verdad es que Pepa sabía como hacerles viajar. Y esos viajes siempre les entusiasmaban. Para ello no necesitaba una agencia de viajes ni trasladar a los niños en complicados medios de transporte, no. Sólo necesitaba un buen libro, como el de Nasrudín. Así que Irene, Natalia y Pedro abrieron las páginas de aquel libro como si fueran puertas y, durante un buen rato, desaparecieron dentro de él. Nada más entrar, vieron al niño protagonista del cuento. Estaba sentado sobre una alfombra a la sombra de una palmera bebiendo en un cuenco. –¿Os apetece un poco de leche de camella con canela? –les dijo el chico nada más verlos dando así muestra de su hospitalidad. –Oh, no, muchas gracias –contestaron los tres a la vez–, ya hemos desayunado. Luego oyeron la voz amable del padre que le decía a su hijo desde dentro de la casa: –Nasrudín, ve a por el burro, que nos vamos al mercado. A lo que el niño contestó: –Tus deseos son órdenes. Aquella extraña forma de hablar del niño, aquel respeto hacia su padre, tan poco frecuente hoy en día, les sorprendió. Los tres niños viajeros siguieron a Nasrudín, a su padre y al burro. Comprobaron, asombrados, que si el padre iba montado en el burro y su hijo caminado, la gente los criticaba; que si iba Nasrudín montado en el burro y el padre a pie, la gente los criticaba; que si iban los dos montados en el burro, la gente les criticaba; que si iban los dos a pie junto al burro, la gente los criticaba. Hicieran lo que hicieran, la gente siempre tenía algo negativo que decir. ¿Qué tenían que hacer entonces para que nadie se metiera con ellos? El padre de Nasrudín era un hombre sabio, así que buscó la manera de que su hijo llegara a descubrir por si solo cuál era la forma más adecuada de actuar. Irene, Natalia y Pedro, los tres niños viajeros, sonrieron satisfechos al oír la conclusión a la que había llegado Nasrudín. Y si alguien más quiere saber la sabia decisión que tomó para que no lo afectaran las voces criticonas, no tiene más que abrir el libro, seguir sus preciosas páginas estupendamente ilustradas y oírla de los labios del mismísimo Nasrudín.