domingo, 22 de julio de 2007

Mi nombre es Skywalker

Título: Mi nombre es Skywalker
Autor: Agustín Fernández Paz
Editorial: SM. Serie Roja
(Texto publicado en La Oreja Verde)

Qué cosa más extraña pasa con la lectura, piensa Marina, de 11 años, mientras lee Mi nombre es Skywalker.
Siempre que se adentra en un libro que le fascina le ocurre lo mismo: tiene la sensación de que lo que lee es más verdadero que las cosa reales, las que puede ver y tocar. Incluso, a veces, le parece que si levantara los ojos de la página escrita, se toparía con los personajes que aparecen en el libro.
La protagonista del relato que está leyendo es también una niña, se llama Raquel. En las primeras páginas Raquel descubre un hombre invisible.
Marina sonríe pensando que eso es imposible.
¡Pero sigue leyendo porque sabe que en los libros todo es posible. Y lee que Raquel se ha fijado en un hombre alto, vestido con una estrafalaria chaqueta de “llamativos cuadros verdes y marrones”, que está de pie, en medio de la bulliciosa salida de un supermercado.
Marina mira de reojo, sin levantar del todo la vista del libro y allí, a su lado, cree ver a Raquel que le dice muy convencida:
–Nadie lo ve, parece invisible–.
A Marina se le escapa preguntar:
¿Por qué dices eso?
–Pues porque todo el mundo pasa a su lado y nadie, absolutamente nadie se fija en él– contesta muy segura Raquel.
–Es cierto afirma Marina– cada vez más interesada en la historia que está leyendo.
Avanza por las páginas del libro acompañando a Raquel. Y va descubriendo con ella los secretos de ese hombre invisible. Marina sabe algo de la invisibilidad de la que se habla en esta novela, pues no hace mucho leyó un cuento de una niña a la que nadie veía que la había dejado muy impresionada.
Ahora es Marina la que se ha metido en el libro. Si alguien le preguntara en ese momento cómo se llama, respondería, sin levantar los ojos de las páginas, que su nombre es Raquel.
Ya sabe quién es el hombre invisible. Parece ser que ha venido de otro planeta.
Termina de leer el libro y se va pensativa a su casa, viviendo todavía en la piel de Raquel.
Al día siguiente, en clase, Marta, la profesora y entusiasta encargada de la biblioteca escolar, le pide a Marina que le comente algo del libro que ha leído.
Marina mira a su izquierda, como si a su lado estuviera sentada Raquel.
–Es una historia de amistad y de esperanza –dice–. De amistad, porque la protagonista es capaz de hacerse amiga de un hombre al que nadie ve. Y de esperanza porque una amistad como esa hace que las personas a las que nadie ve dejen de ser invisibles.
La maestra, después de felicitar a Marina por su resumen, preguntó quién quería leer ahora aquel libro.Y veinte manos se levantaron a la vez, como si fueran pájaros anunciadores de esperanzas.


Título: ¡Qué lata de rata!
Autora e ilustradora: Lauren Child
Editorial: Serres
(Texto publicado en La Oreja Verde)

Me llama por teléfono una niña amiga mía para que le recomiende un libro.
–Paco, ¿hay cuentos sobre todo tipo de animales?
–Los hay de muchos animales, sobre todo de los más conocidos. Hay cuentos de perros, ratones, gatos, osos, hormigas, leones, canguros, caballos, conejos y hasta de dinosaurios. Tú dime de qué animal quieres un cuento y trataré de buscártelo.
–Quiero un cuento sobre un animal del que me parece que no se ha hecho ningún cuento, aunque se trata de un animal muy conocido.
–¿Y qué animal es ése?
–Es un animal apestoso que vive entre la porquería. Es más pequeño que un gato, pero da miedo y asco verlo.
–Parece una adivinanza, pero me imagino que te estás refiriendo a la rata, ¿no?
–¡Oh, sí, es la rata! ¿Hay algún cuento en el que sea protagonista una rata?
–¿A ti no te dan miedo y asco las ratas?
–Claro, que me dan miedo y asco. El otro día vi una corriendo por la calle, cuando salía del cole, y casi me muero del susto.
–¿Y entonces por qué quieres un libro sobre ratas?
–Pues para qué va a ser, para tenerles menos miedo.
–Has tenido suerte, sí hay un libro protagonizado por una rata. Se titula ¡Qué lata de rata! Lauren Child, la autora e ilustradora, ha ganado importantísimos premios por este cuento.
–Pero se titula qué lata, y lata ¿no significa fastidio?
–Sí significa fastidio, pero no debes dejarte engañar por el título. En este libro la rata de alcantarilla no es un fastidio, sino que te va a caer muy simpática, ya lo verás.
–¿Seguro que no me va a dar repelús?
–Segurísimo. Te va a resultar tan simpática que hasta te gustaría tenerla en tú casa.
–¿De verdad? ¿Qué cuenta de la rata?
–En realidad es la rata la que cuenta su historia. Ella quiere ser la mascota de algún ser humano, de alguien que la quiera, como se quiere a los animales domésticos.
¿Y consigue que alguien la quiera como mascota?
–Siempre me dices que no te cuente el final de los cuentos, ¿no?, así que para averiguar qué pasó tendrás que leerlo.
–Sí, sí, esto, no, no quiero que me cuentes el final. Muchas gracias.
–De nada. Llámame cuando lo leas.


Baja de ahí arriba, papá!
Título: Mi padre fue rey
Autor: Thierry Robberecht
Ilustrador: Philippe Goossens
Editorial: Edelvives

La profesora de segundo les dijo a sus alumnos:
–He aquí un libro para que lo leáis con vuestro padre, sobre todo si es una persona muy ocupada.
–Pero si está muy ocupado no tendrá tiempo para leerlo con nosotros –argumentó una niña.
–Tienes razón, pero, así y todo, intentadlo con ganas.
–¿De que trata ese libro, seño? –preguntó otro niño.
–Trata de un niño cuyo padre era el mejor del mundo. De repente, un día, al padre le nombran rey. Entonces crece, crece mucho. Y se hace grande, muy grande, y se convierte en importante, en demasiado importante. Desde que es rey lo mira todo desde las alturas. No se da cuenta de que una persona que lo mira todo desde arriba es incapaz de ver lo pequeño. En realidad no se da cuenta de que lo que él ve pequeño y sin importancia es en realidad lo grande y lo importante.
–Conozco yo un padre así –comentó una voz de niña que nadie logró saber quién era. –Sí –subrayó la profesora–, hay padres que se encuentran tan lejos de sus hijos como si vivieran en lo alto, muy alto de un palacio lejano. Son incapaces de oír que ellos les piden sin palabras: “¡Baja de ahí arriba, papá!”Este libro, que se titula Mi padre fue rey, se lee en un momento, pero da para pensar mucho, mucho tiempo.
–Sobre todo a los padres –volvió a decir aquella voz de niña que nadie consiguió identificar.

Título: La montaña más bella
Autor: Alfredo Gómez Cerdá
Ilustrador: Teo Puebla
Editorial: Everest
(Texto publicado en La Oreja Verde)

A Miguel del Canto, de 11 años, le entusiasman los cuentos sobre los indios norteamericanos.
Por eso, nada más ver en la biblioteca escolar La montaña más bella, se lanzó, como él dijo, a escalarla.
Todos los lunes, en su clase, los niños y niñas presentan a sus compañeros los libros que han leído en esa semana.
Cuando le tocó el turno a Miguel, dijo:
“Este libro es del mismo autor y del mismo ilustrador que La sombra del gran árbol y Dos plumas de águila, libros que leí hace ya algún tiempo y que me gustaron mucho. Aquí se cuenta la historia de dos amigos indios inseparables. Uno se llama Pájaro Inquieto; el otro, Oso Manchado. Todos los días, al atardecer, el sol teñía de rojo fuego la montaña que se alzaba frente a su aldea. Ellos no se cansaban de mirarla. Pensaban que no existía una montaña más bella que aquella. Un día, Pájaro inquieto, contemplando aquella montaña de fuego, le dijo a su amigo:
–Cuando sea –leyó Miguel– tan alto y tan fuerte como los más altos y fuertes guerreros, haré un viaje y veré todas las montañas del mundo.
–¡Estás loco! –reía de buena gana Oso Manchado.«Pájaro inquieto, –siguió comentando Miguel–, tenía muy claro lo que quería».
Volvió a leer:
«Una tarde, muchos años después, cuando regresaban del poblado, hicieron un alto en el camino para beber de una fuente. Pájaro Inquieto miró la Montaña de Fuego que refulgía como las brasas de una hoguera.
–Muy pronto emprenderé el viaje –dijo.
–No hace falta viajar para saber que no existe una montaña tan bella –le replicó Oso Manchado.
"Pero Pájaro Inquieto –siguió comentando Miguel– tenía su decisión tomada. Quería volar. quizás por eso se llamaba así."
¿Que haría yo?, me pregunté cuando él tomó la decisión de marcharse. ¿Me quedaría en la aldea con Oso Manchado o partiría con él?
Decidí irme con Pájaro Inquieto a través de las páginas de este libro. Y, la verdad, no me arrepiento de ello.Y para terminar, Miguel añadió:
"Me encantaría tener uno de los dibujos de estos libros para ponerlo en la habitación de mi casa porque son una maravilla."

La mariquita gruñona
Autor e ilustrador: Eric Carle
Editorial: Kókinos

(Texto publicado en La Oreja Verde)
¡VAYA MODALES!
Laura y Enmanuel, de 8 años, leen a la vez La mariquita gruñona.
Parece ser que existen mariquitas de mal carácter, igual que hay seres humanos que refunfuñan y protestan por todo.
¿Os gustaría tener un maestro o a una maestra que estuviera todo el día gruñendo? ¿A que no?
Es muy agotador estar con una persona cuyos modales se parecen a los de la antipática mariquita de este cuento.
Laura y Enmanuel leen:
«Una simpática mariquita había visto una hoja plagada de pulgones y decidió comérselos para desayunar. Al mismo tiempo, una mariquita gruñona volaba en dirección a la misma hoja. También había visto los pulgones y se los pensaba desayunar.
–Buenos días –dijo la mariquita simpática.
–¡Lárgate! dijo la mariquita gruñona–, los pulgones son para mí.
–Los podemos compartir –dijo la mariquita simpática.
–¡No!, ¡Son míos! –grito la mariquita gruñona. –¿O quieres pelear?
–Si insistes... –contestó con dulzura la mariquita simpática mirándole fijamente a los ojos.
La mariquita gruñona dio un paso atrás, ahora parecía menos segura de sí misma.
–No eres suficientemente grande para que pelee contigo –le dijo.
–Entonces, por qué no te lanzas sobre alguien más grande?
–Es lo que voy a hacer! –gritó la mariquita gruñona».
Nada más leer este párrafo, Laura le preguntó a su compañero:
–Enmanuel, ¿tu eres un gruñón?
El niño puso cara de no haberse puesto de mal humor en su vida.
–Pues, no; bueno, sí, alguna vez soy un poco gruñón, pero no sé si mucho. ¿Y tú?
Laura se rascó la cabeza y miró hacia arriba, como si esperara encontrar la respuesta escrita en el techo.
–Yo tampoco, supongo; aunque alguna vez se me escape algún gruñido cuando estoy enfadada, pero no soy de las que están refunfuñando a todas horas, como esa mariquita del cuento.
–Yo tampoco soy como la mariquita –dijo Enmanuel. Es insoportable.
–Sí, no hay quien la aguante –añadió Laura – quiere pegarse con todo el mundo, y siempre está enfadada. A mí, la verdad, me gustaría ser como la mariquita simpática.
–Yo también quiero ser como ella –concluyó Enmanuel –, porque así caes bien a la gente. A veces es difícil ser simpático, pero si lo eres te encuentras mejor con los demás y contigo mismo.

Las mil y una noches [o casi]
Por Jordi Sierra i fabra
Ilustrador: Francesc Rovira
Editorial: Edebé
(Texto publicado en La Oreja Verde)

Carlota Díaz y Silvia Petersen, de 9 y 10 años, estaban en la biblioteca. A las dos les había llamado la atención el mismo libro. Se titulaba LAS MIL Y UNA NOCHES […o casi]. Lo miraron a la vez y cometieron el error [o casi] de abrir sus páginas. Ellas no sabían que los buenos libros son peligrosos, y , ay, este era uno de los buenos. Nada más abrirlo, se vieron en medio de una plaza árabe llena de gente. Todos parecían abatidos. Las niñas preguntaron a una mujer mayor que les inspiró confianza:
–¿Qué ocurre? ¿Por qué están todos tan tristes?
La mujer las miró asombrada, de arriba abajo, como si no entendiera su lengua, pero les contestó en perfecto castellano.
–Niñas, ¿de dónde salís vosotras? ¿Sois forasteras? Aquí hasta los gorriones saben lo que pasa.–Sí, señora, somos forasteras, venimos de lejos, de allá –contestaron ellas.
–De muy lejos tenéis que venir, hijas mías, para no estar enteradas de lo que ocurre, y, además, aparecer vestidas con esas vestimentas tan raras.
–Verá, es que nosotras...Pero la mujer no las dejó continuar.
–Tranquilas, no tenéis que darme ninguna explicación. Veréis, aquí está pasando algo terrible
–dijo bajando la voz–. Nuestro sultán, que antes era un hombre justo, sabio y bondadoso, fue engañado por su esposa, y ha jurado casarse cada día con una doncella y matarla por la noche.
–¡Oh, es terrible! –exclamaron las niñas– ¿No se puede hacer nada?
–Hay una gran esperanza. El sultán se casó con una sabia, inteligente y hermosa joven llamada Sherezade y ella... aún sigue viva.
–¿Por qué a ella no la ha…? –preguntaron las niñas intrigadas.
–Parece ser que es gracias a los cuentos.
–¿A los cuentos? –interrogaron extrañadas las niñas.
–Sí, a los cuentos. Al ponerse el sol, ella le narra un cuento al sultán. Él está tan fascinado con sus relatos, que le concede un día más de vida cada noche para que pueda seguir contándole más.–¡Deben de ser unos cuentos preciosos! –comentaron Carlota y Silvia.
–Lo son –afirmó la mujer con seguridad–. Venid conmigo, quiero mostraros algo.
Las condujo por apretadas calles, entre vendedores de todo tipo de objetos.
Al llegar a una tiendecita llena de alfombras, extrajo algo de debajo de una de ellas. Las niñas miraron perplejas lo que les mostraba. ¡Era el mismo libro que habían empezado a leer en la biblioteca!
–Aquí están las historias –dijo la mujer casi en un susurro– que nos van a salvar de un sultán asesino. Sherezade se las contará y le hará cambiar de actitud. Si supierais el poder que tienen los cuentos. Tomad, lleváoslo.
Carlota y Silvia cogieron el libro que estaba abierto justo por la misma página que ellas lo habían abierto en la biblioteca. Se miraron una a otra, se dijeron sí con la cabeza y cerraron el libro. De inmediato volvieron a estar en la biblioteca.Ahora sabían como ir y venir al país de Sherezade, al país de los cuentos. Y se prometieron volver todos los días.

miércoles, 11 de julio de 2007

Nasrudín

Título: Nasrudín
Autora: Odile Weulersse
Ilustradora: Rébecca Dautremer
Editorial: Edelvives
(Texto publicado en La Oreja Verde)

Pepa, una de las profesoras de primero, les preguntó a sus alumnos nada más empezar la clase:
“¿A quién le gustaría saber lo que le pasó a un niño árabe que se llama Nasrudín que hiciera lo que hiciera todos lo criticaban?”Aunque Irene, Natalia y Pedro, los tres de 6 años, fueron los primeros en levantar la mano, toda la clase, sin excepción, solicitó ir a conocer a Nasrudín.
La verdad es que Pepa sabía como hacerles viajar. Y esos viajes siempre les entusiasmaban. Para ello no necesitaba una agencia de viajes ni trasladar a los niños en complicados medios de transporte, no. Sólo necesitaba un buen libro, como el de Nasrudín.
Así que Irene, Natalia y Pedro abrieron las páginas de aquel libro como si fueran puertas y, durante un buen rato, desaparecieron dentro de él.Nada más entrar, vieron al niño protagonista del cuento. Estaba sentado sobre una alfombra a la sombra de una palmera bebiendo en un cuenco.
–¿Os apetece un poco de leche de camella con canela? –les dijo el chico nada más verlos dando así muestra de su hospitalidad.
–Oh, no, muchas gracias –contestaron los tres a la vez–, ya hemos desayunado. Luego oyeron la voz amable del padre que le decía a su hijo desde dentro de la casa:
–Nasrudín, ve a por el burro, que nos vamos al mercado.A lo que el niño contestó:
–Tus deseos son órdenes.
Aquella extraña forma de hablar del niño, aquel respeto hacia su padre, tan poco frecuente hoy en día, les sorprendió.
Los tres niños viajeros siguieron a Nasrudín, a su padre y al burro.
Comprobaron, asombrados, que si el padre iba montado en el burro y su hijo caminado, la gente los criticaba; que si iba Nasrudín montado en el burro y el padre a pie, la gente los criticaba; que si iban los dos montados en el burro, la gente les criticaba; que si iban los dos a pie junto al burro, la gente los criticaba. Hicieran lo que hicieran, la gente siempre tenía algo negativo que decir. ¿Qué tenían que hacer entonces para que nadie se metiera con ellos?
El padre de Nasrudín era un hombre sabio, así que buscó la manera de que su hijo llegara a descubrir por si solo cuál era la forma más adecuada de actuar.
Irene, Natalia y Pedro, los tres niños viajeros, sonrieron satisfechos al oír la conclusión a la que había llegado Nasrudín.Y si alguien más quiere saber la sabia decisión que tomó para que no lo afectaran las voces criticonas, no tiene más que abrir el libro, seguir sus preciosas páginas estupendamente ilustradas y oírla de los labios del mismísimo Nasrudín.


Título: ¿Nada?
Autor e ilustrador: Patrick McDonnell
Editorial: Serres
(Texto publicado en La Oreja Verde)

La mañana de mediados de junio en que Sergio Andina, Álvaro de la Rosa, Andrea Peláez y Alba Fombona, entraron en la biblioteca y abrieron el libro titulado "¿Nada?", estaba nevando. Salieron a la calle a contemplar el espectáculo y vieron un paisaje blanco con dos casitas, una enfrente de la otra. En la ventana de una de ellas se hallaba un gato con cara preocupada; en la otra, sobre un cojín, dormía un perro. El gato les hizo señas desde detrás del cristal para que se acercaran. Ellos no lo dudaron ni un instante.–Hola, me llamo Morro –les dijo el gato–. ¿Podríais ayudarme, por favor? Estoy buscando algo para regalarle a mi amigo, el perro que vive en la casa de enfrente y no sé qué elegir.
–Regale un tazón para la comida sugirió uno de los niños
–Ya lo tiene –contestó Morro.
–¿Qué tal una cama de perro? –propuso otro.
–También tiene –dijo el gato.–Cómprale un hueso de juguete. A mi perro le gusta mucho.
–También tiene un hueso que le encanta. Eso que me sugerís ya lo había pensado yo. El problema es que mi amigo tiene de todo. ¿Qué se le puede regalar a alguien que lo tiene todo?
–Pues no le compres nada –dijeron un niño y una niña a la vez recalcando nada.
Al gato se le iluminó la cara y se puso a dar saltitos de alegría.
–¡Claro, por supuesto! Eso es lo que le regalaré. ¡Nada! Pero, dónde puedo encontrar nada?
En ese momento sonó la música de entrar en clase. Los cuatro compañeros se despidieron de Morro.
–Tenemos que irnos, no podemos llegar tarde a clase. Ojalá encuentres lo que buscas. Volveremos luego a ver si tuviste suerte –le comentó una de las niñas.
–Lo mejor que tiene tu amigo eres tú –le susurró Sergio antes de salir por la puerta.Los niños dejaron al gato en el momento en el que se disponía a iniciar su búsqueda del regalo para su amigo.
En clase, aquella mañana, permanecieron un tanto distraídos. Pensaban en sus amigo Morro, y estaban deseando volver a la biblioteca para saber cómo acabaría aquella historia. ¿Conseguiría encontrar Morro nada para su amigo?, se preguntaban.Susana, la profesora, notó enseguida que sus pensamiento estaban en otra parte. Por eso, cuando le preguntó a Álvaro en qué estaba pensando, éste respondió.
–En nada.
Y no mintió.

Título: Casi.
Autor e ilustrador: Peter H. Renolds.
Editorial: Serres
(Texto publicado en La Oreja Verde)
Lo que voy a contaros, casi ocurrió de verdad. Una niña llamada Judit Felgueroso, de 10 años, empezó a leer el libro titulado Casi. Y quedó tan impresionada, que casi se le olvida volver al cole, casi no se acuerda de ir a su casa y casi se golpea contra una farola por ir leyéndolo por la calle.
El día que le tocó presentarlo en clase, como era una niña muy tímida, casi no podía hablar. Pero su maestra, que sabía mucho de la timidez y de todos los miedos que produce, le dijo con voz suave y tranquilizadora:
–Como casi no puedes hablar, y sé muy bien lo que es eso, en vez de una presentación, puedes hacernos una CASI presentación.Judith CASI sonrió. Y habló con una voz que casi no le salía del cuerpo, pero habló.Y esto fue lo que dijo.
–El protagonista de este libro se llama Ramón. Es un niño al que le encanta dibujar.
Dibuja a todas horas y en cualquier sitio. Pero un día, su hermano mayor ve lo que está haciendo y suelta una gran carcajada.
La burla de su hermano le desanima tanto que se siente incapaz de hacer algo bien. Lo intenta, pero acaba tirando todos sus dibujos.
Al llegar aquí, Judith se calló, como si lo que estuviera contado le hubiera ocurrido a ella y le doliera.
La maestra y sus compañeros, acostumbrados a escucharse unos a otros, callan también.
Es un silencio de espera, de esos silencios que parecen decir: «Tómate tú tiempo, no te preocupes».
Ese silencio respetuoso da ánimos a Judith para seguir su casi presentación.
–Un día, Ramón se queda asombrado al ver que los dibujos que el tiraba convertidos en bolas de papel, eran recogidos por su hermana pequeña. Ella los desarrugaba y los colocaba con mucho cuidado en la pared de su habitación. Al señalarle ella uno de los dibujos de su hermano que más le gustaba, Ramón le dice, emocionado, que pretendía ser un jarrón, aunque no lo pareciera. Y ella le dice entonces algo que va a hacer que su hermano vea sus propios dibujos de una manera completamente nueva. Le dice: «Bueno, ¡parece un CASI jarrón!». Y Ramón, desde aquel día siguió haciendo casi dibujos, igual que yo he hecho hoy una casi presentación.