martes, 5 de junio de 2007

Como curé a papá su miedo a los extraños
Autor: Rafik Schami
Ilustrador: Ole Könnecke
Editorial: RqueR
(Texto publicado en La Oreja Verde)

Como cada semana, José Manuel, profesor de quinto, solicitó a cinco de sus alumnos una tarea que podríamos calificar de insólita para los tiempos que corren.
–Os voy a pedir que os convirtáis en detectives. Se trata de que investiguéis el caso de una niña cuyo padre tiene mucho miedo a los extraños. Ella está intentando curarle ese temor. Quiero que averigüéis si lo ha conseguido.Este encargo, de apariencia un tanto rara, suscitó de inmediato el interés de sus alumnos.
–Profe –preguntó un niño– ¿puedes darnos alguna pista? ¿Esa niña es de cuento o es de verdad?
–Esa es una buena pregunta. Pues sí, es una niña de cuento, pero podría ser de verdad, ya sabéis que en los buenos cuentos, aunque se relaten historias inventadas, se muestran muchas verdades. Así que, por favor, id a la biblioteca a realizar vuestra investigación.Los niños no tuvieron necesidad de preguntar el título de libro. Lo encontraron nada más llegar en el expositor de los libros recomendados. No había ninguna duda posible. Sólo podía ser el que se titulaba Cómo curé a papá de su miedo a los extraños.
De nuevo en clase, presentaron a su profesor el informe de lo que habían conseguido averiguar.
Transcribo el texto íntegro que presentaron los cinco detectives.
“La niña nos esperaba en la biblioteca. Nos comentó que vivía sola con su padre. El padre es un tipo interesante. Sabe hacer muchos trucos de magia, es muy atento divertido y amable con su hija, además de ser muy valiente. Su problema es que tiene miedo, casi podríamos decir pánico, a los extraños.
Le preguntamos al padre, que fue muy amable con nosotros, por qué le daban miedo los extraños. Nos explicó que le daban miedo “porque son muchos, están en todas partes, van sucios y meten mucho ruido. Y que además hablan lenguas que no se entienden, tienen un aspecto distinto y son de color oscuro, y a todo el mundo le asusta la oscuridad”.
Mientras hablaba su padre, la niña se reía por lo bajo.
Le preguntamos que le hacía tanta gracia.
Ella dijo que su mejor amiga era una niña africana, y que estaba buscando la manera de decírselo a su papá sin asustarlo. Pretendía, nada menos, que llevarlo a la fiesta de cumpleaños de su amiga, y tenía que preparar bien a su progenitor, no fuera a darle un patatús.
¿Cómo curó la niña a su padre de esta enfermedad? Eso se cuenta muy bien en este libro. Así que, si hay alguien interesado en saberlo, o tiene un padre al que pretenda curar del mismo mal, no tiene más que adentrarse en sus páginas.


León de biblioteca
Autora: Michelle Knudsen
Ilustrador: Kevin Hawkes
Editorial: Ekaré
(Texto publicado en La Oreja Verde)

Lydia, una de las profesoras de tercero, les preguntó en clase a Fabio, Sergio y Helena, tres de sus alumnos:
–¿Es cierto que habéis estado en una biblioteca increíble?
–Sí, profe –contestaron los tres a la vez–. Bueno, se trataba de una biblioteca normal, como todas…
–Era como todas –continuó Helena–, excepto por algo que se salía de lo normal.–Eso que se salía de lo normal –siguió Fabio– era un león que un día apareció en la biblioteca y, le gustó tanto, que siguió yendo todos los días.
–¿Y la gente no se asustaba? –preguntó un niño.
–Al principió las personas mayores, sobre todo, se pusieron un poco nerviosas, pero en cuanto se dieron cuenta de que el león era inofensivo, todo el mundo lo aceptó como si fuera un lector más –aclaró Sergio.
–Además –contó Helena–, al león le encantaba la hora del cuento. Era el mejor escuchador que había pasado por la biblioteca.
–Y también le gustaba ayudar a la bibliotecaria –puntualizó Sergio– La gente decía: “Qué león tan servicial, ¿cómo hemos podido vivir sin él?”
–Pero ¿era un león de esos de cuento, un león que hablaba como nosotros? –preguntó otro niño.
–Era un león, león, un león de la selva, de los que no hablan, de los que los que sólo rugen cuando se enfadan –explicó Fabio.
–Yo, lo que no acabo de entender es cómo dejaban estar a un león en la biblioteca –volvió a interrogar la niña que había preguntado la primera.
–Lo dejaban estar allí siempre y cuando cumpliera las normas, como no meter ruido y portarse bien –le contestó Helena–. Aunque, un día, por ayudar a la bibliotecaria, infringió las reglas, y tuvo que marcharse de la biblioteca.
–¿Y ya no volvió más? –preguntó una niña en tono de tristeza.
–Eso –respondieron los tres a la vez– vas a tener que averiguarlo leyendo el libro León de biblioteca.
–O sea, que se trataba de un cuento, no de una historia de verdad –afirmo decepcionada otra niña que había seguido con mucho interés el relato de sus compañeros.
–Claro que es un cuento. Siempre contamos en clase los cuentos que nos gustaron mucho como si los hubiéramos vivido de verdad, le comentó con suavidad Helena. Tú también lo has hecho.
–Sí ya lo sé –volvió a decir la niña que se sintió decepcionada–, pero es que ahora, me parecía tan verdadero lo que estabais contando que creí que os había ocurrido de verdad.
–¿Acaso lo que vivimos leyéndolo no es como si hubiera ocurrido de verdad? –preguntó Lidia, la profesora, un segundo antes de que tocara el timbre para salir al recreo.

La historia de Erika
Autora: Ruth Vander Zee
Ilustrador: Roberto Innocenti
Editorial: Kalandraka
(Texto publicado en La Oreja Verde)

Ángel, el tutor de sexto del colegio público Sherezade, incitaba constantemente a sus alumnos a preguntar. En un lugar destacado del aula había colocado un gran cartel en el que podía leerse una frase del poeta Antonio Machado que decía:
“Preguntadlo todo. ¿Por qué esto? ¿Por qué lo demás allá? Vosotros preguntad siempre, sin que os detenga el aparente absurdo de vuestras interrogaciones. Veréis que el absurdo es una especialidad de las respuestas.”
No es de extrañar que todos los días las clases comenzasen con preguntas de los niños y niñas que, de inmediato, volaban en busca de respuestas.Una de las preguntas voladoras de un lunes, fue la que formularon Inés Costales y Aida Lorenzo, las dos de 11 años.
–Profe, hemos visto en la tele que hace ahora 60 años se liberó a mucha gente que estaba encerrada en campos de concentración, ¿qué eran esos campos? ¿Por qué encerraban en ellos a la gente?
–Más que campos de concentración –les dijo Ángel– hay que llamarlos campos de exterminio. Los alemanes, mandados por Hitler, asesinaron en ellos a seis millones, repito, seis millones de hombres, mujeres y niños desde 1933 hasta 1945. Aquellos lugares eran auténticas fábricas de muerte.
–¡Qué horror! Pero, ¿por qué los mataron?
–Por ser judíos, gitanos, homosexuales o minusválidos. Mirad, aquí tengo un libro, que acaba de publicarse, en el que se cuenta con unos impresionantes dibujos y un texto breve, pero sobrecogedor, La historia de Erika, una mujer cuya madre desapareció en uno de esos terribles campos. Dice en el libro: “En su camino hacia la muerte, mi madre me lanzó a la vida”. Entenderéis lo que significa esta frase si leéis este relato.Inés y Aida cogieron el libro y empezaron a leerlo. Pocas veces habían llorado al leer un libro, esta fue una de esas veces.Al día siguiente, el maestro les preguntó:
–¿Creéis que hay que leer libros así?
Y las dos, como si se hubieran puesto de acuerdo, respondieron:
–Claro que sí. Hay que leer libros como este para saber qué ocurrió y no olvidarlo nunca, para que no vuelva a suceder jamás un horror semejante.