miércoles, 30 de mayo de 2007

No se te ocurra leerlo

Comentario sobre Los Mimpis, cuento de Roald Dahl publicado por Alfaguara.

Hay muchas madres como la de Billy, el protagonista de Los Mimpins. Se pasan la vida repitiendo lo que se puede y no se puede hacer. Lo que permiten suele ser aburridísimo y lo que no, lo que prohíben, ¡ay!, suele ser tremendamente apetecible.
Billy vive cerca de un inmenso bosque, y lo que más le apetece es salir a explorarlo, cosa que su madre le ha prohibido de manera terminante. Para que no se le pase ni por la imaginación desobedecerla, le ha asegurado que en ese bosque viven los seres más terribles del mundo. Y, aunque Billy es un niño obediente, un día escapa por la ventana y se adentra en el bosque.
Por eso, si una madre parecida a la de Billy viera un libro como éste, seguro que diría de inmediato: “No se te ocurra leerlo.”
Imagínate que tu eres ese niño o esa niña, y que te llamas, pongamos, Claudia, que tienes 8 años, que te apellidas, por ejemplo, González Vázquez–Canónico y que, ante tal prohibición, le preguntas a tu madre:
–Pero, mamá, ¿no es este un libro para niños?
Y ella te responderá:
–Bueno, no estoy segura.
Y cada respuesta de ella, como si fuera una llave, abrirá nuevas preguntas tuyas.
–¿Por qué no estás segura, mamá, de que este sea un libro para niños?
–Porque trata de un niño que desobedece a su madre, se escapa de casa y se va a un bosque al que ella le había prohibido ir.
–¿Y qué le pasó, mamá?
–Pues que estuvo a punto de ser devorado por un animal terrible y sanguinario.
–¿Un lobo, mamá?
–No, no, qué va, mucho peor que un lobo.
–¿Qué animal es ese mucho peor?
–Pues un chupasangres-arrancadientes-mascapedruscos-escupijante.
–Pero, mamá, eso no existe.
–Conque no existe, eh, tú desobedéceme, como hizo el niño de esta historia y verás cómo bien pronto te encontrarás con él. Entonces se te helará la sangre en las venas.
–Pero dijiste que estuvo a punto de ser comido, o sea, que no se lo comió, ¿qué pasó, mamá?
-Pasó que se salvó por los pelos, cuando el escupijante estaba a punto de tragárselo.
–¿Cómo se salvó, mamá?
–Se salvó gracias a que lo ayudaron los minpins.
–¿Los mimpins? ¿Qué son los minpins?
–Son unos seres muy especiales. Tienen el tamaño de una pinza de la ropa… pero ya está bien de preguntas. Te he dicho que no debes leer ese libro y si sigo te contestando voy a acabar contándotelo entero. Ahora vete a dormir que ya es muy tarde.
–Por favor, mamá, déjame leer un poco de ese libro, sólo un poco, dos páginas nada más y luego voy corriendo a la cama, ¿vale?
Y tu madre, como casi todas las madres, no se resistirá a tu petición y cederá. Y tu cogerás el libro entre tus manos deseando adentrarte en el bosque de sus páginas prohibidas. Y a la mañana siguiente, en el desayuno, tu madre, como todos los días, te volverá a recitar la retahíla de lo que no debes hacer: “No te manches, no vayas corriendo por la calle, no te subas a la vaya del colegio, no…” Y tu, para cambiar de tema, le dices:
–Mamá, ¿quieres que devuelva el libro en la biblioteca?
–Ni hablar, ya lo haré yo. Tú no resistirías la tentación de leerlo. Y espabila que vas a llegar tarde. Y prométeme que no me desobedecerás.
Y tú se lo prometerás. Luego, bajando la voz, le dirás:
–“Sólo volaré por entre las ramas sobre dos alas de nieve”.
Ella no entenderá nada, porque esa una frase que te quedó grabada del libro Los minpins que leíste ayer, a escondidas, cuando tu madre estaba dormida. Y no te arrepientes de ello.

martes, 29 de mayo de 2007

Gorilón

Escrito por Jeanne Willis. Ilustrado por Tony RossEditorial: Ekaré
Reseña publicada en La Oreja Verde

Qué éxito tuvo el cuento Gorilón cuando Mª. Paz, la profesora de los niños de tres años, se lo leyó a sus alumnos. Les gustó tanto que tuvo que repetir la lectura una y otra vez. Los niños y niñas siguieron a la ratona protagonista por todas partes. «Pobrecilla», decían, «ha perdido a su bebé». Fueron con ella a buscarlo a lo alto de una montaña y a la selva, pero no lo encontraron. Y fue en la selva cuando, de repente, apareció un espantoso, peludo y horroroso gorila. Los niños y niñas chillaron con la ratona: –¡Es un gorilón! ¡Auxilio! ¡Socorro! ¡Me atrapará! Me machará y me molerá, me despachurrará y me destripará. ¡Y me zampará para el almuerzo! Y echaron a correr despavoridos por el mundo, perseguidos por aquel temible gorilón que cada poco le gritaba a la ratona: –¡Detente! Ella no se detenía, huía de aquel descomunal animal. Corría y corría, y los niños y niñas corrían con ella. Fueron primero a China, donde viven los osos pandas, y luego a Nueva York. Navegaron por el océano y llegaron hasta Australia, donde viven los koalas. Atravesaron el desierto. Y acabaron, por fin, con la ratona ya agotada, y el gorila pisándoles los talones, en el lejanísimo Polo Norte. ¡Qué gran viaje! ¡Qué gran cuento! ¡Qué gran aventura! Gorilón es uno de esos cuentos que ellos siempre recordarán. Por eso cada uno dibujó un magnífico gorila. Una niña que no conocía el cuento preguntó: ¿El gorilón se comió a la ratona? ¿Y que fue de su bebé? Dos importantes preguntas. Quien desee la respuesta saber, el cuento de Gorilón tendrá que leer.