martes, 31 de diciembre de 2019

domingo, 15 de diciembre de 2019

Paco Abril y sus "Reflexiones de bebés anónimos". Francisco García (Director de LA NUEVA ESPAÑA de Gijón)



Paco Abril y sus “Reflexiones de bebés anónimos”

Francisco García (Director de LA NUEVA ESPAÑA de Gijón)



Si les parece les voy a contar un cuento, o un "casicuento", como los que componen el delicioso libro "Reflexiones de bebés anónimos". Y digo delicioso porque está para comérselo, como los carrillos sonrosados de un bebé, dicho sea sin ánimo de practicar canibalismo (cuando lean un determinado pasaje sonreirán y comprenderán la alusión a esta práctica "gastronómica"). Insisto: para comérselo porque se trata de un libro dulce, esponjoso como una nube de azúcar, con la frescura de la fruta recién cortada, con el sabor agradable de un helado de vainilla.
Pongamos que me llamo Francisco, y que en unos días cumpliré 55 años, que no soy un niño chico por tanto, pero que me encantaría volver a serlo. ¿Qué mejor viaje al extranjero que el regreso a la patria de cada infancia? Si este libro tratara de personas mayores tal vez habría que haberlo titulado "Los hombres de Paco", pero sonaría a coña de serial televisivo. Como de personas menudas se trata, acometamos pues la aventura de desentrañar el mensaje de "los bebés de Paco", las vivencias sorprendentes y las divertidas ocurrencias de 37 recién nacidos o de pocos meses de vida a los que el autor, Paco Abril, ha sabido poner la oreja, una extraña oreja verde, para prestarles voz, pues todos los aquí presentes sabemos que los bebés no hablan, solo balbucean. O puede que sí hablen y canten a los mayores las cuarenta, si se sabe escuchar, si uno es capaz de echar el paso atrás y recuperar unos códigos de aprendizaje que se han hundido en el fondo de nuestra memoria o han quedado al recaudo de siete llaves en el baúl de los primeros recuerdos.
El parloteo, ciertamente divertido aunque también consistente y profundo de estas criaturitas ya fue publicado, en entregas semanales, en las páginas del periódico que dirijo en Gijón, LA NUEVA ESPAÑA, con notable éxito. Poniendo de manifiesto que el diario es un edificio de papel que se argamasa en la arcilla que compacta los ladrillos de la noticia pero que se mantiene más erguido cuando se sujeta la techumbre sobre columnas independientes. Lo que escribe el señor Abril es literatura infantil que dignifica los contenidos del papel de prensa, tan frecuentemente secuestrado por la información política o la crónica negra de la truculencia.
Volviendo al libro, que sin duda les va a encantar si consiguen abstraerse del espacio y el tiempo que ocupan y logran echar durante un rato la vista atrás, se antoja un tratado breve de la sabiduría que emerge de la ignorancia. Ignorancia no como desconocimiento sino como casilla de salida en el tablero del aprendizaje, que a veces salta de oca a oca, o de puente a puente. Que a veces se deja arrastrar por la corriente o se refugia bajo el ala materno del miedo terrorífico a una calavera.
Yo mismo me puse a ello una de estas noches, recién llegado de una jornada agotadora tras el cierre del diario, y la lectura de los ligeros articulillos que narran, en clave de ficción, lo que seguramente pasa muy a menudo por los circuitos cerebrales en formación de esas cabecillas menudas de ojos abiertos a cada descubrimiento, me llevó a la carrera y de sopetón a otra época de mi vida. Porque solo poniéndose a la altura de un niño, un adulto puede aspirar a entender su mundo. El de los pequeños y el suyo mismo.
Y así, estos “articuentos” de Paco Abril me trajeron a la memoria de inmediato a los “cuentopos” de un programa de la televisión de mi infancia, en el que Chala (Tina Sainz) y su abuelo (Manuel Galiana), secundados por un deshollinador que hablaba al revés (Juan Diego), vivían aventuras fantásticas en el bosque de Gulubú, donde aparecían y desaparecían personajes y objetos extraños y fabulosos. El programa era un vehículo para acercar a los niños la visión del mundo y las canciones de la escritora y compositora argentina María Elena Walsh, que además era guionista del programa. Dicen que nadie en el último siglo ha entendido tan bien a los más pequeños como la señora Walsh, más incluso que la inefable Gloria Fuertes. A mi juicio y albedrío, Paco Abril es el Walsh de la literatura infantil asturiana y este último libro lo ratifica con absoluta seguridad.
Algunos críticos de la época consideraron que ese programa se convirtió en vehículo que, en las postrimerías de la dictadura franquista, sirvió para transmitir a los más pequeños valores tan relevantes como la libertad, la solidaridad o la convivencia. De ser cierta esa percepción, más que probable, quienes desde las letras infunden en los niños principios tan loables y de semejante tamaño, se convierten, tal vez sin saberlo o sin pretenderlo, en agentes activos de un mundo mejor. Bien seguro estoy de que Paco Abril, incansable y polifacético personaje que cuanto más mayor se hace más niño se vuelve, como si fuera un Benjamin Button de chaqueta de pana y sombrero de fieltro, se encuentra ya en ese estadio.
(Diciembre, 2019)



Sobre “Reflexiones de bebés anónimos”, de Paco Abril. Antonio García Teijeiro


Sobre “Reflexiones de bebés anónimos”, de Paco Abril

Antonio García Teijeiro


Sé de Paco Abril desde hace ya muchos años. Siempre lo he admirado por su manera tan personal de ver el mundo y la literatura. Paco es un hombre exigente con lo que le rodea, con lo que se hace, con lo que se dice, pero también con lo que, pese a su sabiduría, crea y reflexiona él.
Tengo en mis manos este libro tan necesario como hermoso.
“Reflexiones de bebés anónimos” –que así se llama– es un delicioso conjunto de piezas literarias, de joyas de ficción que te conmueven y sorprenden desde el principio.
Hace algún tiempo recibía en mi correo electrónico estos relatos que se publicaban en prensa. Paco me los enviaba puntualmente y yo gozaba lo indecible con cada uno de ellos. Cuando leía el cuento que me mandaba, ya estaba deseando leer el siguiente y cruzaba los dedos para que no se olvidara de regalarme el que iba a escribir a continuación. Paco no se olvidó jamás para mi satisfacción de leer y de gozar de unas lecturas originales, imaginativas, todas ellas llenas de amor a esos seres humanos, pequeños que no idiotas; niños y niñas pero no pequeños adultos; personas en formación cansadas de no tener derechos como tales.
Sentí, desde el primer momento, que me encontraba en el mismo mundo que respiraban esos bebés de entre un año y casi tres. Su manera de hablar me pareció tan cercana, que llegué a sentir el efecto de lo inmediato y de lo cotidiano.
En estas piezas maravillosas se hace patente la enorme experiencia de Paco Abril en su faceta de ensayista, de contador de cuentos, de poeta, de persona abierta a una realidad que no le gustaba demasiado.
A través de la ficción, pone el dedo en la llaga para que los adultos seamos conscientes de que hay que tratar, de mirar, de dirigirnos a ellos de una manera diferente a como lo hacemos en general. Dejar de infantilizarlos, de sobreprotegerlos, de robarles ciertos sueños con un afán –equivocado– de pensar más de la cuenta por ellos por su propio bien. Y que tengamos presentes, también, que la mirada de un niño aporta, muchas veces, mucha claridad en el día a día.
Ahora sigo teniendo “Reflexiones de bebés anónimos” en mis manos. Vuelvo a leer, ya como libro, estas piezas literarias y, sin duda, me encuentro más a gusto en el mundo. Lo comprendo mejor porque oigo a estos bebés y siento que los escucho. Que aprendo a saber escuchar (algo que no es fácil). Hasta me siento menos vulnerable como ser humano. Y capaz, además, de hacerlos más visibles que nunca y lo dice una persona que los ha hecho visibles una y otra vez a través de la docencia y de mi obra literaria.
Y ya termino.
Gracias, Paco, por este libro, por tus lecturas, por tu creatividad infinita, por todo lo que llevas hecho a lo largo de tu vida para que la infancia tenga siempre una presencia importante en sí misma, en una sociedad que la ha minusvalorado con demasiada frecuencia.
Y te dejo mi cariño perpetuo, mientras leo a Laura que, con sus 19 meses, constata a diario que los adultos somos muy difíciles de entender. A ver si consigo ayudarla en su esfuerzo de descifrar nuestros extraños comportamientos.

Antonio García Teijeiro, poeta. Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil
 (Noviembre, 2019)



martes, 10 de diciembre de 2019